

Cada día somos más
¿Machista, Feminista o Hembrista?
Por: Kimberly Elias y Carlos Alonzo
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Mi despido a otro gran amor
Manuel A. González P.
Las huellas manchadas por fangosos terrenos
a tus manos tan limpias que sostienen oro
se dejan ver tras las mentiras de tus ojos
cuando suspiras el continuo engaño ajeno.
Tu instinto tan carnal como can en las praderas
que marcando sus visitas, aclara su cabeza
y embarra con falacias un sin fin de primaveras
para luego ajustar con otra rosa su torpeza.
Su baston de seda y piel, su esfingue tan sagrado
va bendiciendo privilegiado a sus mujeres
y olvidose el señor mantenerlo limpio y amarrado
para no desgartarlo tanto en tantos seres.
Caballero que pule con su léxico, la lengua
sea usted el principe de todas las doncellas
deje su modestia, su sin fin de treguas
víctima de todas las que usted llamo: sus bellas.
Enseñe su lección diaria, el arte real de la mentira
enseñéme a amar como usted siempre ha amado
sea usted generoso por ser la unica gota fría
que empapa de ilusiones, de sueños olvidados.
Y asi me despido sin queja, mi gran profesor
por su ser innovador, protagonista y artista
víctima de todos los papales de lágrimas y dolor
autor de las novelas, pulitser del machista.
Las mujeres que vinieron antes que yo
Manuel A. González P.
Tú me quieres blanca, tú me quieres pura, tú me quieres nívea.
Quieres que sea santa hasta el final de mi vida.
Quieres que sufra, que llore,
todo está bien mientras no sonría.
Tú me quieres triste, encerrada en un rincón,
aferrada a vivir la vida a través de la gente que veo pasar por mi balcón.
Tú me quieres pura, sin pecado original,
¿Acaso crees que tú eres algo más que un simple mortal?
Quieres y esperas que sea como mi abuela o mi madre.
No puedo, yo no soporto tantos desaires.
Quieres que sea como tu abuela y tu madre.
No quiero, yo no tengo aguante,hoy en día ser tonta no es cuestión de alarde.
Quien diría que en pleno siglo XXI existen hombres como tú,
que nos prefieren descuidadas, dóciles, débiles...
que nos quieren sin gozo, sumisas, serviles.
Pero quien iba a pensar tantos siglos atrás,
que hoy existen mujeres que gozan,
que disfrutan del delirio de besar muchas bocas.
Que hoy existen mujeres que libremente usan tacones o zapatillas,
pantalones o faldas,
que saben muy bien que es cierto el dicho:
"más vale sola que mal acompañada".
Aquí sigo yo
Patricia Karina Vergara Sánchez
Como ramita seca,
algo se me parte, de a poquito,
cuando tantas hacen maletas
o no las hacen, pero igual se van.
Yo no me marcho,
cuando tantos ya no viven aquí.
Me niego al exilio,
aún cuando ya sé que a cada paso
amenaza la presencia del déspota;
la bestialidad del tirano;
las huellas del desamparo.
Ante los rostros en las fotos del diario
de los fantasmas de 45, 46, 60 mil.
Cada día, mujeres, hombres, niños,
que aquí no se llaman asesinadas,
dice el presidente que son daños colaterales.
Me quedo,
a mirar las ruinas de lo que eran
sueños tan sencillos, de sosiego,
como el desayunar cada día
con un trozo de pan fresco,
tal vez con mermelada de durazno.
Ilusiones tan simples
como ir a la escuela sin miedo
de ser desaparecida, como otras, al regreso.
Buscar en el periódico los anuncios
empleos de maestra de teatro,
para vender hamburguesas, naranjas
o cualquier otra cosa.
Ambiciones tan desbordadas
como contar con dos monedas
para invitarte un helado
comprado en la tienda de la esquina.
O, dormir tranquila la siesta
con tus piernas tibias entre las mías.
Me sostengo aquí.
Aún en contra del terremoto,
de los brazos cansados,
del monedero vacío.
En contra de las traiciones.
De los acomodaticia,
que nunca faltan.
Mirando a los ojos de los milicos,
que ocupan las calles y dan miedo,
rostros grabados en la infancia de mi niña,
que no juega en los parques.
Reclamado a los represores,
por todos los que han sido golpeados
por todas las que nos faltan,
conteniendo a los machos
que se sueñan héroes de guerra...
Todos juntos, esos que no se enteran
de lo tarde que es ya en este siglo.
Pues así, así y todo:
No renuncio.
No me marcho.
No me marcho.
Porque la esperanza para mi tierra
es para construirla mía.
Más alimento que los alimentos.
Más hermosa que el paraíso,
de nubes blancas, a la obediencia
que ofrecen los vendedores de cruces
para cuando yo muera.
Porque ni los plantadores de miedo,
ni todo su horror,
pueden combatir la certeza
que da el llamado de la Pachamama.
Yo sé que el único lugar al que puedo ir
es hacia este grito en el viento.

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